Comentario
PROEMIO DEL AUTOR, QUE SE DECLARA
EL INTENTO DE ESTA OBRA
Viéndome en estas nuevas regiones de indias, habiendo gastado mis ciertos años, y hallándome con don Pedro de Valdivia en los reinos del Perú, cuando emprendió el descubrimiento y conquista de las provincias de Chile en nombre de Su Majestad, determiné de escribir y poner por memoria, y hacer una relación y crónica de los hechos heroicos de don Pedro de Valdivia y de los españoles que con él se hallaron en la jornada.
Comenzaré del principio que tuvo hasta venir a ser gobernador por Su Majestad, y de cómo antes pasó a Italia, y en lo que se halló en servicio de Su Majestad y de cómo pasó a Indias en tiempo del marqués don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro.
Y escomenzaré desde el Perú y en lo que se halló en servicio de Su Majestad, donde contaré toda la conquista y las ciudades que se poblaron y provincias que se descubrieron, y temples de tierra y de árboles y de hierbas y de ríos tan caudalosos, y de todos los puertos de mar que se descubrieren y en los grados que cada uno está, y las batallas que con estos infieles hubieren, y de las diferencias de lenguas y diferentes trajes y de sus costumbres y ritos y ceremonias tan diferentes, puesto que no se haya hallado de quién fue su origen, y sus ceremonias sean gentiles y judaicas, y que sean tan crueles y que en ellos no haya amor ni caridad, mas careciendo de la verdadera, que es nuestra Santa Fe católica, carecen de todas las demás virtudes, y como el demonio, nuestro adversario, tenga gran sujeción y de ellos sea tan reverenciado y tenido.
Y puesto que todos descendemos de nuestros primeros padres Adán y Eva, que por ser tan desobedientes a nuestro Creador y por aquella desobediencia fuesen echados del paraíso terrenal donde fueron criados, y que de allí heredásemos el pecar y de allí tuviese el demonio sujeción sobre el género humano. Viendo nuestro Padre Eterno el daño que se recrecía, acordó enviar a su hijo por gracia de Espíritu Santo que encarnase en el vientre de la Virgen María, y que en sus entrañas virginales recibiese nuestra humanidad, y que de ella naciese Dios y hombre verdadero, y que anduviese por el mundo treinta y tres años mostrando su grandeza por el mundo, y al cabo de estos treinta y tres años recibiese muerte y pasión en el árbol santo de la Vera Cruz por todo el género humano, y de allí fuésemos más libres del demonio, y dejase sus santos apóstoles para que publicasen y manifestasen su sagrada pasión a todas las criaturas, y puesto que éstos quisiesen disculparse que no les fue manifestado, no tendrían buena disculpa, porque entre ellos de sus pasados ha venido de mano en mano.
Dicen que antiguamente anduvo un hombre que se puede creer que fue apóstol por estas tierras, como en otras provincias se ha visto muy cierto, y que ellos por ser tan malos no quisieron entender aquello que les decía.
Y siendo Dios servido, en vida del Emperador don Carlos Quinto de España, se descubriesen estas regiones y provincias, y que en ellas se sembrase nuestra Santa Fe católica y religión cristiana, y que de ellos fuese lanzado el demonio, y quebrasen los ídolos y derribasen sus templos, cayendo en los engaños y lazos que el demonio los insistía, y se poblase de templos donde se celebrase el culto divino, y de religiosos donde han hecho y cada día hacen muy grande fruto. Será nuestro Señor servido así se haga en las demás provincias por descubrir y por conquistar están, puesto que los daños y muertes de cristianos [que] ha habido por mano de estos infieles, ha sido por dar lugar y más se guardar y peor ordenar los españoles.
En lo cual contaré el suceso del gobernador don Pedro de Valdivia, y después de su muerte lo que en la tierra sucedió hasta la entrada de don García Hurtado de Mendoza por gobernador y Capitán General de estos reinos de Chile, y el suceso que le aconteció, con lo cual acabaré con esta relación y crónica copiosa y verdadera.
Y en ella no pondré ni me alargaré más de como ello pasó y como yo lo vi y como ello aconteció, puesto que parte de ella me trasladaron sin yo verlo ni sabello, a los cuales lectores, si esta obra no fuere sabrosa de leer, me perdonen y no miren más de mi intención y fin que lo hice.